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Gracias por contar tantas buenas historias

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Reproduzco aquí debajo la entrevista que me hizo hace unos días Yelitza Linares, editora jefe de Cierre y Calidad del diario Últimas Noticias de Caracas, donde estamos esta semana, invitados por Nathalie Alvaray, Carmen Riera y Cadena Capriles a la séptima edición del Seminario de Diseño de la Información.

Son unos días de sensaciones extrañas para los organizadores. Por un lado, el entusiasmo que rodea a la cita, en el Centro Cultural de Chacao, con más de 400 periodistas y estudiantes hambrientos en el sentido masticable de la palabra: todo lo apuntan, todo lo tuitean, todo lo preguntan. Por otro, la incertidumbre tras la venta de Capriles, que es el mayor grupo de medios de Venezuela. Profesionales hechos y derechos de la casa han llorado amargamente al conocer la noticia porque de repente se han sentido huérfanos. Los entiendo.

Y al fondo está Venezuela poschavista, convulsionada, quebrada, diría que resignada. Donde uno llena el depósito de gasolina con un dólar y sin embargo no encuentra papel higiénico ni otros artículos de primera necesidad. Con autopistas e infraestructuras de hace medio siglo que eran la envidia de América y hoy se caen a pedazos. País riquísimo y derrochador, culto, bipolar. Qué va a pasar en Venezuela es algo que nadie sabe.

Sensación extraña también ésta de leer escritas una después de la otra las palabras que uno ha dicho a un periodista. Es lo más parecido a un strip-tease: descubrir que estás desnudo y que te están mirando. Te lees y no te reconoces. O sólo en parte. Como si fuera otro javiererrea el que estuviese hablando incontroladamente y tú quisieras frenarlo, no, eso no es exactamente así, para, mira, en realidad no quería decir eso, en fin, tú ya sabes.

Pero ahí están las palabras. Dichas. Escritas. Y las palabras pesan. Pesan mucho. Vaya si pesan.

Comoquiera que leo y no me avergüenzo por lo dicho, o no mucho, concluyo que el texto refleja aproximadamente lo que pienso. Me ha parecido que podía interesarle a alguien y por eso lo reproduzco. Confío en que se me disculpe este pronto autorreferencial.

La entrevista se puede leer en http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/chevere/tendencias/javier-errea-la-batalla-de-la-inmediatez-no-es-la-.aspx#ixzz2W2xinedy, y arranca, según la periodista, con el siguiente título:

“La batalla de la inmediatez no es la del periodismo”

El texto, corta y pega, dice así…

Javier Errea debe de haber sido de esos periodistas que hacía las preguntas incómodas en una rueda de prensa (está visto que no me conoce) y, con seguridad, será el conferencista que dirá lo rompedor, lo inesperado, en el Seminario de Diseño de la Información, que se celebrará el próximo 12 y 13 de junio, en el Teatro Chacao, en Caracas.

Además de periodista, profesor universitario, ganador de cuatro premios de la Society for News Design (SND) al mejor diseño de diarios, director de Errea Comunicación, es un consultor de medios de comunicación, pero no de los tradicionales. Es un autocrítico del oficio.

No cree en la integración de redacciones, en las ediciones de los domingos arrevistadas, ni tampoco le convence la máxima de estos tiempos de que las redes sociales han mejorado al periodismo. Su credo es que publicar buenas historias, escritas con calidad, es la única fórmula mágica para salvar este ejercicio profesional.

“El periodismo tiene que ver única y exclusivamente con eso tan dificilísimo que es contar historias. Es decir, ayudar a entender el mundo y a compadecernos de él. Compadecer es un verbo precioso: significa no lamentarse resignadamente, sino padecer con. Hablamos, por tanto, de empatía, de solidaridad, de humanismo radical. Lo demás es accesorio. No es que lo diga yo, es que es accesorio. Y como las empresas informativas no quieren verlo, o no lo aceptan, y no lo aceptan porque se trata de algo muy complejo, se dedican a comprar soluciones de otro tipo. Es lo fácil. Comprar soluciones como quien compra aspirinas. Pero el periodismo no va de eso”.

¿Qué significa hoy, con todos los recursos multimedia que existen, contar una buena historia?
—”Contar una buena historia es ser capaz de hacer empatía con tu audiencia, y desde ahí, con la sociedad. Es decir, tocar la fibra más honda, allí donde se comparten los valores, las sensaciones, las emociones. Contar una buena historia te hace imprescindible. No importa cómo lo hagas ni por medio de qué plataforma. Eso es lo de menos. Ten esa historia y cuéntala con sabiduría, con ternura, con rigor. ¡Ya verás cómo te buscan!”

¿Es posible contar buenas historias en varias plataformas?
—”Un periodista puede contar buenas historias. Ha de estar en eso. Otros tienen que estar para distribuir esa historia por los canales adecuados. Si un periodista está atento al canal, no está atento a la historia. Y la historia, cómo se cuenta, se resiente. Las organizaciones periodísticas deben tener profesionales especializados en los distintos procesos de comunicación, supongo. Soy bastante radical en esto”.

Muchos quieren contarlas en 140 caracteres. ¿Cree que las redes sociales han mejorado al periodismo?
—”Claramente, no. La batalla de la inmediatez no es la batalla del periodismo. Esa será la batalla de la distribución. No la nuestra. No me importa quién da la noticia primero sino quién la da mejor. ¡Qué más da anunciar algo diez segundos antes que tu competencia! Eso es algo que nos han vendido interesadamente y que forma parte de la sociedad de consumo radical y devoradora en la que vivimos. Una sociedad que no genera más conocimiento sino más ruido. El 99% de lo que se dice o se vive en Twitter son majaderías. A mí eso, que en el fondo tiene que ver con la vanidad y con el intento de satisfacerla, no me interesa. Lo que se ha abaratado es la posibilidad de publicar desahogos personales”.

¿Cree en la integración de redacciones?
—”No”.

¿Por qué?
—”La integración de redacciones es una maniobra fruto del nerviosismo de una industria que no sabe cómo recortar gastos para mantener los beneficios registrados durante años. No responde a una convicción ni está produciendo mejor periodismo. Es una medicina paliativa. A mi modo de ver, una gran mentira. Y a ella contribuyen numerosos consultores. Está produciendo esquizofrenias, por cierto. Lo que pasa es que queda estupendo hablar de salas de redacción con forma de sistema solar en un congreso de editores, organizar giras y visitas, y vender así el elixir del futuro, la pócima que salvará el periodismo. Los resultados están a la vista”.

¿No ha servido para que los periodistas y los medios acompañen a sus audiencias en todas las horas que consumen información?
—”No creo que la batalla de los diarios esté en la rapidez. No se puede estar a la vez en la batalla de la rapidez y en la del periodismo de calidad. Es imposible. Requiere dos tipos de profesionales, dos mentalidades, dos preparaciones, dos ritmos, dos flujos diferentes. Pretender coordinarlos en uno y que convivan no es posible. Bueno, sí es posible, porque se hace, pero no mejora ni uno ni otro. Y, a la larga, los empeora. No conozco ninguna redacción integrada que funcione bien. Todo son parches. Esto no es un alegato romántico ni ingenuo por el papel frente a otras plataformas, sino un alegato por las redacciones monomedia: zapatero, a tus zapatos; elige qué quieres ser y ve por ahí con todas tus fuerzas”.

Javier Errea pasó de ser un redactor jefe a un coach de redacciones, como él se define. Aunque adora escribir, asesora a través del diseño.
—”Me parece una fórmula muy interesante y amigable, menos amenazadora, de abordar problemas complejos de las redacciones. Porque el diseño tiene que ver con toda la organización, y cada vez son más los antiguos jefes de diseño o directores de arte a los que se les encomienda la coordinación de cambios de gran alcance, operaciones de convergencia, nuevos proyectos, etcétera. Conozco varios casos muy ilustrativos. En el fondo, el diseño hace alusión al funcionamiento, a los flujos, a cómo organizar todo”.

Hace 10 años, en una conferencia en Guatemala, le escuché sobre su angustia por la abundancia de contenidos en los periódicos de los domingos, porque tenía que decidir entre leerlos y compartir con la familia. Eso se mantiene, los domingos se publican las mejores historias, pero hay que sumarle a ello todos los contenidos digitales que se ofrecen. ¿Ahora está más angustiado?
—”Los diarios del domingo están perdiendo importancia a pasos agigantados. Son datos, tampoco es una opinión. Por supuesto, sigue habiendo una inercia grande que hace que en muchos países las ediciones dominicales sean las más voluminosas, las que más publicidad generan. Pero no siempre son las más interesantes. Un diario no puede ser nunca algo frío ni arrevistado, en contra de lo que algunos han venido predicando insistentemente, y que por desgracia ha encontrado eco en tantos lugares. Un diario debe dar noticias. El arrevistamiento de los diarios trajo algunas cosas buenas, pero después se ha convertido en una de las mayores lacras. Leo mucho más los ejemplares de los días laborables”.

Es organizador de los premios Malofiej de infografía. Es mucho lo que ha visto. ¿Hacia dónde cree que debe evolucionar la infografía?
—”La infografía revolucionó los diarios de todo el mundo y los abrió a otros formatos narrativos que han resultado atractivos a los lectores de todas las plataformas. Pero, como suele pasar, la infografía también cayó en la autocomplacencia y, tras años de grandes avances, se estancó. Sigo pensando que los gráficos son imprescindibles en un diario y que, como sucede con la fotografía, los diarios no se lo acaban de creer. Piensan que los puede hacer cualquiera y que cualquier tablita es un gráfico. Vivimos, por otra parte, un tiempo en el que la visualización de datos ha cobrado un auge tremendo, no solo en los diarios, en el periodismo, sino en cualquier sector. El tratamiento visual de datos procura hacer inteligible el inmenso caudal de información que recibimos. Otra cosa es que ese tratamiento realmente esté facilitando su comprensión o, como pasa con frecuencia, la haga aún más difícil. Es un tema muy interesante y que está suscitando riquísimos debates. En cualquier caso, esto es como los textos: tiene que evolucionar hacia una madurez y hacia una relevancia. No son dibujitos. No se hacen en un minuto. No sirven para rellenar agujeros”.

P.D. El título que acompaña esta entrada es el título de mi presentación de ayer. Un sentido, convencido y reivindicativo acto de afirmación de los diarios y del periodismo en este tiempo de su destrucción masiva.


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